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Día 7 Bali: Nusa Penida y Nusa Lembogan, bailando con mantas.

Cristina Monzón, nos cuenta su experiencia bailando con mantas. Este es el día 7 de su aventura por Bali. No te pierdas su ruta por Bali de 8 días, contada en primera persona y por libre.

Nuestro guía Ketut nos viene a recoger puntual a las 7.45h. Se han unido a nuestra expedición una encantadora pareja holandesa: Wieka y Marcus. Genial porque así compartimos gastos, inglés y compañía.

Hoy toca “snorkel” en la vecina isla de Nusa Penida, Reina de la Belleza en la sección de corales y peces.

Nos dirigimos a Mushroom Beach, punto de partida de la expedición, como colegiales en día de excursión, con las mochilas llenas de tubos y gafas de buceo y sobre todo un entusiasmo extrovertido por sumergirnos en este famoso acuario viviente.

Buceo Nusa Penida
Buceo Nusa Penida

Nos espera en puerto un barco con extraña forma de araña. Es un bote de madera, rústico, a motor tuneado con grandes patas rojas que se yerguen firmes sobre un mar de risueñas olas.

El capitán es un viejo balines, no sé si lobo de mar o no. Lo que está claro es que tiene muchos años, pocos dientes y que maneja con pericia la embarcación. Su nivel de inglés es pésimo pero en realidad qué más da, me digo a mi misma, lo importante es que sepa navegar.

Varias embarcaciones salen al mismo tiempo convirtiéndose el puerto en una procesión de pizpiretas arañas que dejan tras de sí madejas de enredada espuma.

Vamos costeando y disfrutando de los artísticos perfiles de las hermanas Nusa Lembogan y Penida. Descubrimos desde nuestra «spider embarcación» playas recónditas como Secret Beach desde donde intrépidos turistas se zambullen en el mar saltando desde lo alto de su rocoso acantilado.

La primera parada es Manta Bay, spa de recreo y solaz de las mantas balinesas.

Nos tiramos con ansia al agua porque estamos que nos buceamos encima después de haber tenido que conformarnos con admirar las seductoras aguas desde el bote-araña.

Lo que vemos excede nuestras expectativas pues es todo un espectáculo marino de primera división

Floto emocionada en este mar paradisiaco que no ahorra en colores ni brillos. El tiempo se detiene y me siento tranquila surcando este inmenso vientre de amnióticas y nutritivas aguas.

De golpe me quedo petrificada. Enfrente, muy cerca, tengo 2 descomunales ( prometo que no es una licencia literaria) mantas-raya. Su cuerpo extendido como fantasmagórica bandera pirata, me pone en alerta pues no sé muy bien cuáles son sus intenciones.

Sus bocas abiertas me muestran un abismo oscuro, que no deseo explorar. Me pongo nerviosa. Rectifico: me pongo muy nerviosa.

Saco la cabeza del agua en busca de miradas cómplices y me encuentro con el capitán moviendo los brazos y chillando como un loco: «don’t panic, don’t panic».

No entiendo lo que me quiere decir.

What?????

Sólo recibo más gritos de “don’t panic, don’t panic.

Pero alma de cántaro, dime que hago. ¿Me quedo quieta o me pongo a nadar como si no hubiera mañana?

Hay 3 reacciones ante el peligro: el ataque, la huida o la parálisis. En mi caso me quedo congelada antes los ininteligibles aullidos del capitán balinés.

Meto la cabeza en el agua. Ahora son 3 mantas las que nadan hacía mí..

Tengo los huevos fritos de desayuno como corbatas. Las bocas redondas de las mantas me parecen tan grandes como el rosetón de la catedral de Burgos.

De repente y sintiendo un peligro real solo se me ocurre comunicarme mentalmente con ellas. Pienso en decirles que siempre he sido Pro Green Peace pero después y sabiendo que estamos en un país hinduista, opto por cantarles el top manta-mantra Om Shanti, Om Paz.

No sé qué surte más efecto si mi plegaria o la escandalera del capitán, lo cierto es que las mantas-raya de repente viran en dirección opuesta con mayestática solemnidad.

Llego al barco exhausta por la descarga de adrenalina. Mis compañeros también han tenido sus particulares epifanías. Cuando les pregunto si han pasado miedo me contestan ¿por qué? Las mantas solo comen plancton. Ignorancia mía por ser de letras y burrera del capitán por no compartir la dieta mantera con nosotros.

Me encaró con el capitán. Pero hombre de Dios ¿cómo se le ocurre no darme esa información previa y sobre todo chillarme de esa manera?. Nada el capitán no me entiende y como me ve gesticulando alterada, me regala una sonrisa seguida de otro Don’t pánic. ¡Me resigno!. Esto es Bali.

Seguimos navegando rumbo ahora a Cristal Bay. El capitán saca una bolsa de pan y soborna a miles de peces que acuden gorrones al festín.

Jamás he visto tanta diversidad marina: peces esbeltos, rellenitos, con cara de payaso, de sapo, …todos vistiendo sus mejores galas que van del índigo, al amarillo limón, mandarina o incluso fresa. Veo incluso dos serpientes marinas, que luego me entero de que si son venenosas. Bendita ignorancia.

Al momento siguiente me veo invitada en una fiesta privada organizada por miles de pececillos plateados que sobrevuelan mi cabeza como confeti de Noche Vieja.

El espectáculo es sobrecogedor, silencioso, hasta místico.

Volvemos a tierra firme pero el día todavía nos depara más sorpresas náutica. Nos embarcamos ahora en una canoa para hacer una excursión por el bosque de manglares, que ocupa una gran extensión del noreste de la isla.

Si el buceo en aguas transparentes fue tocar el paraíso, el paseo por los manglares (Mangrave Forest) te acerca metafóricamente al infierno. El paisaje de tétricos árboles con raíces aéreas retorcidas es sobrecogedor y un tanto siniestro. Las aguas son densas, oscuras, como espesadas con alguna substancia fantasmagórica. ¡Vale la pena conocerlo!.

Descansamos un poco en el hotel y nos vamos en moto a investigar un nuevo Beach Club que nos han recomendado: el Mahagiri.

El lugar es muy cool. Se nota que la propiedad ha invertido en diseño y decoración. Seguro que dentro de unos meses se convierte en uno de los lugares de moda. Qué pena que hoy no haya nadie.

Inspeccionamos, tomamos una foto y nos vamos a cazar un atardecer en Sunset Beach. En primera fila de atardecer, nos vemos envueltas por los ocres y anaranjados de un sol agotado por un día tan intenso, al que despedimos, dándole cuartelillo con aristocrática reverencia y la promesa de volver directamente al hotel para dormir.

Mañana será otro día. Mañana descubriremos más Bali.

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Escrito por Cristina Monzón - @cris_si_viaja

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