Visitar Santander en 24 horas es posible. Un sólo día en Santander ha sido suficiente para elegir este titular, sin tener que recurrir a ninguna estratagema de marketing pues Santander se ha convertido en la actualidad un destino de lujo, al alcance de todos.
Un sólo día en Santander me ha bastado para descubrir que ya no hace falta pertenecer a la aristocracia ni acreditar que eres de sangre azul para hacer turismo en esta ciudad.
Santander se ha abierto al mundo sin perder un ápice de su glamour ni elegancia histórica. Créeme si te digo que es posible vivir en Santander una experiencia Premium, con un presupuesto medio como el mio.
Confieso que he tenido la suerte de descubrir Santander en un Blogtrip organizado por Turismo de Santander, que comenzó en la capital y terminó en el Valle de Liébana. Sólo dispuse de 24 horas en Santander que fueron suficientes para recorrer sus principales enclaves al estar acompañada por expertos anfitriones locales.
Esta será mi gran ventaja, y también la tuya si lees este artículo, pues estas líneas contienen información vital para descubrir Santander en 1 día, sin perderte ni uno sólo de sus imprescindibles, ni morir en el intento.
Para los “escaneadores” que leen entre líneas, anticiparos que he dividido este artículo sobre Santander en cuatro secciones:
1) Santander, un destino con pedigrí (sáltate este apartado si quieres ir directo al grano aunque leerlo te ayudará a meterte en contexto y entender el espíritu de esta ciudad)
2) Bahía y Playas de Santander
3) Qué visitar en Santander en 1 día
4) Comer, dormir y tomar copas en Santander
¡Empezamos! ¿Me acompañas?
SANTANDER, UN DESTINO CON PEDIGRÍ
Cierra un momento los ojos y déjate llevar por la ensoñación de un día de julio de principios del siglo XX. La playa del Sardinero está llena de señoras de largos vestidos y camisolas blancas, que protegen su inmaculado cutis con sombreros y parasoles. ¡En ningún caso quieren que su piel luzca morena como la de sus jornaleros!
Las niñeras se ocupan de los niños que corretean y se escapan hasta las olas para mojarse los pies. Los más atrevidos se sumergirán hasta la cintura en las frescas aguas cántabras, si ese día el mar no está bravo.
Los señores, con bañadores de rayas y bigotes aristocráticos, debatirán sobre política, mientras las doñas cuchichearán sobre los últimos acontecimientos de la familia real, que desde hace unos días se encuentra instalada en Santander.
Los baños de olas se han puesto de moda. Se extiende el rumor de que ayudan a mejorar la salud. Pero sin duda, lo que de verdad atrae a nobles y burgueses castellanos es alcanzar cierto brillo social, al poder codearse con la realeza que ha elegido Santander para pasar sus veranos.
¿Por qué Santander? La familia real intenta escapar del calor mesetario, pero sobre todo, buscan un entorno amigable y un paisaje al gusto de la Reina Victoria Eugenia, nacida en Balmoral (Escocia). ¿Y qué mejor destino que Santander que tanto puede recordarle a su Gran Bretaña natal?
Santander construye un palacio para su reina, a su imagen y semejanza y la reina lo acepta gustosa. Los repetidos motivos decorativos de la flor de lis que recubren techos y artesonados, en lugar del previsible escudo de España, quieren dejar bien claro que el regalo es privativo para los reyes y que no guarda tintes institucionales.
Los reyes fueron agradecidos con Santander siendo fieles con esta ciudad durante 18 años. Allí pasaron sus veraneos desde 1913 a 1931 hasta que el estallido de la República les obliga a exiliarse.
Santander fue inteligente (como se diría ahora, fue una Smart city). Un verano real era sin duda la mejor de las publicidades con que la ciudad podía contar. Al olor (no de la sardina, la anchoa o las rabas), sino de la corte real, proliferaron los hoteles y las casas de veraneo.
El Palacio de la Magdalena y los reyes actuaron como un imán y Santander se convirtió en el epicentro estival.
Todavía hoy cuando paseas por el Sardinero, flanqueado por ilustres edificios bancarios y casas familiares con balconadas de madera y mucho cristal, te sientes irremediablemente sustraído por la sensación de andar por una postal de tonos sepia. Muchos barrios de Santander parecen varados en veranos vintage y de alcurnia donde las mañanas se destinaban a la playa, las tardes al baile y las noches al casino.
Santander conserva todavía su lustro y buenos modales, de hecho le persigue cierta fama de “ciudad snob e incluso pija”. Ahora que la he conocido, puedo mostrarme en desacuerdo con esta afirmación. Lo que ocurre es que Santander destila todavía, parte de la elegancia de la que es heredera.
Hoy Santander está abierta al mundo siendo accesible a bolsillos medios. Aunque te prevengo porque cuando pasees por el Sardinero, sin apenas darte cuenta, enderezarás la espalda y andarás con más donaire aunque lleves chanclas. La elegancia y el glamour de Santander, sin darte casi cuenta, se te mete bajo la piel.
BAHÍA Y PLAYAS DE SANTANDER
Encontrarás la bahía de Santander salpicada de mercantes, veleros, yates y traineras. No te la deberías perder pues está considerada como una de las 38 bahías más bellas del mundo y no porqué lo digan los santanderinos (que te lo recordarán varias veces), sino porque así lo ha declarado la UNESCO.
El amanecer y el atardecer son sus horas brujas donde la bahía de Santander luce más guapa. Dicen que en los días claros, hasta puedes divisar los Picos de Europa.
Santanderinos y visitantes pasean arriba y abajo, bordeando sus playas urbanas, en una costumbre muy de Santander: el Paseo.
De entre los múltiples paseos, hay uno que me parece muy interesante y te lleva desde la Bahía de Santander hasta el Sardinero. Dura una hora y media aproximada en los que recorres 7 km y pasas por los siguientes enclaves representativos de Santander: “Avda Reina Victoria, Península de la Magdalena, Playa del “El Camello”, Playa de la Concha, Primera Playa del Sardinero, Plaza Italia, Gran Casino Sardinero, Fuente de Cacho, Jardines de Piquio, segunda Playa de El Sardinero, Parque Mesones, Mirador, Palacio de Exposiciones, Palacio de Deportes, Parque de las Llamas, Campus de la Universidad de Cantabria, Puente Arenas, Escenario Santander”.
No deberías abandonar Santander sin hacerte una foto con las cuatro estatuas de los raqueros, los pillastres que a principios del siglo XX vivían en los muelles sobreviviendo con la picaresca española, los pequeños hurtos y la recogida de monedas que los transeúntes lanzaban al agua.
Con respecto a las playas de Santander, reseñar que son paradisíacas aun siendo playas urbanas.
El adjetivo paradisíaco nos lleva irremediablemente a conectar con arena blanca, fina y aguas cristalinas. Sin embargo estos atributos no son exclusivos del Caribe ni de las Baleares. Santander cuenta con el privilegio de tener playas urbanas de estas características, eso sí, bañadas por aguas más frescas que las anteriores. Es lo que tiene el norte: un mar Cantábrico diseñado para valientes que no se achiquen con temperaturas de entre 19º- 21º en verano.
Las playas de los Bikinis, los Peligros o la playa de la Magdalena son perfectas para familias con niños pues están resguardadas del viento.
Si buscas relax, glamour y paseos largos, te recomiendo la playa del Sardinero, que está dividida en dos partes: primera playa del Sardinero y Segunda Playa del Sardinero (no han sido muy originales los santanderinos a este respecto; las dos playas están separadas por los Jardines de Piquío).
Las malas lenguas cuentan que en el pasado, una de las playas era utilizada por las clases populares, mientras la otra por las clases altas santanderinas. El mar, que no entiende de castas, las une cuando baja la marea. Hoy ambas playas de Santander son usadas indistintamente, sin importar los ceros que acumules en tu cuenta bancaria.
QUE VISITAR EN SANTANDER EN 24H: LOS IMPRESCINDIBLES DE LA CIUDAD
Tengo que comenzar explicando que me he encontrado con dos ciudades, con dos visiones de Santander:
Santander, la aristocrática, que vive en casas con miradores de madera y cristal de cara al mar. Pero también existe otra Santander, que se levanta en tercera o cuarta línea de playa y que es más de umbría, más popular, más cantarina y si quieres más llana.
Otro hecho que determina la morfología de Santander es el incendio que en 1941 la arrasó en su práctica totalidad. El incendio, avivado por un fuerte viento del sur, hizo que la ciudad ardiera durante dos días y dos noches y aunque sólo hubo una víctima mortal (un bombero madrileño), miles de familias quedaron sin hogar.
El pavoroso incendio destruyó la mayor parte de la ciudad medieval y la catedral, dejando a Santander hundida en el caos y la desolación. Este es el motivo por el que Santander carece de casco histórico aunque historia no le falte.
Este siniestro obligó a la ciudad a reinventarse, y reconstruirse con nuevos espacios que le otorgarán el aspecto que Santander luce en la actualidad.
EL PALACIO DE LA MAGDALENA
Es quizás el monumento más representativo y visitado de Santander. Situado en una península del mismo nombre, acogió durante casi veinte veranos a la familia real española.
Se trata de un edificio de estilo inglés, que seguramente te resulte familiar pues se viene utilizando como localización habitual en anuncios, películas y famosas series como «Gran Hotel» o «La Verdad».
El edificio fue construido siguiendo una estética inglesa. Como ya te he contado, se buscaba que el palacio fuera del gusto de la reina Victoria Eugenia, nacida en Gran Bretaña.
El palacio costó 700.000 pesetas de la época y fue sufragado íntegramente por el pueblo de Santander, en una especie de crowfunding de la época. Esta inversión se recuperó con creces al convertirse Santander en codiciado lugar de veraneo bajo la estela de los Reyes y su corte.
Durante la guerra civil pasó a ser hospital militar. En 1977, Juan de Borbón lo devuelve a la ciudad de Santander en una venta que ascendería a 150 millones de las antiguas pesetas, con una clausula innegociable: una habitación quedaría reservada a perpetuidad para los Reyes de España. De hecho Don Felipe y Doña Letizia se hospedaron allí cuando falleció Botín.
Hoy puedes recorrer el interior del Palacio de la Magdalena concertando una visita guiada, que resulta muy interesante pues te enseña objetos personales de sus antiguos moradores como la bañera de la reina Victoria Eugenia o la “Chaise Longue” donde se echaba la siesta, el escritorio del rey Alfonso XIII o un magnífico mantón de manila que pesa nada más y nada menos que 16 kg.
El comedor de gala es magnífico y merece una foto.
Desde varias de las ventanas del Palacio hay impresionantes panorámicas al mar Cantábrico con la Isla de Mouro al fondo y el faro anclado en mitad de la Bahía.
El Salón de Familia, guarda una anécdota: un cuadro de la reina vestida a la española y pintado por Sorolla, que quedó relegado a un segundo plano por no ser del gusto de la monarca.
En el Palacio de la Magdalena puedes incluso casarte, eso sí reservándolo con mucha antelación puesto que es el lugar favorito de los santanderinos para contraer matrimonio. Se han llegado a celebrar hasta 17 bodas el mismo día.
También es sede de la Universidad Internacional de Verano, conocida actualmente como Universidad Internacional Menendez Pelayo, que reúne a jóvenes estudiantes ávidos de seguir aprendiendo incluso en el periodo estival y también a un corpúsculo de prestigiosos docentes (las caballerizas reales hoy han quedado convertidas en residencia de estos estudiantes).
Me llama la atención lo pequeño que es el salón de baile para tratarse de una estancia principal del Palacio de la Magdalena. Nos lo explica nuestro guía: los reyes y la corte preferían bailar en el Gran Casino, el siguiente imprescindible de Santander del que también os voy a hablar.
Pero antes, toma nota de la información práctica del Palacio de la Magdalena
- Las visitas se ajustan a la programación del Palacio y tienen una duración de unos 50 minutos
- Se recomienda pedir cita en el Teléfono: 942 203084
- Los Horarios de verano son: sábados y domingos a las 10’00, 11’00h y 12’00h. Los Horarios de invierno: de lunes a viernes: Mañanas de 11-12’00 y 13’00h. Tardes: 16-17’00h y 18’00h
- Precio: 3€ por persona. Gratuito para niños menores de 9 años.
GRAN CASINO SARDINERO
Inaugurado en 1916, luce una fachada con toques modernistas, vieneses, franceses y renacentistas, que le hacen ostentar el título de uno de los casinos más bellos de España, compitiendo de cerca con el de Aranjuez y Peralada (Gerona).
Blanco, con grandes ventanales y generosas terrazas con inmejorables vistas al mar Cantábrico, es sin duda uno de los iconos de Santander y por ello, declarado Bien de Interés Cultural.
La guerra y la postguerra hicieron cerrar sus puertas, pero la ruleta volvió a girar después de su rehabilitación en 1978 y no ha parado hasta hoy.
En la actualidad, combina su uso como casino y centro de eventos, reuniones, banquetes y celebraciones sociales.
También cuenta con un restaurante a la carta que apuesta por una cocina tradicional creativa que marida quesos, carnes y pescados con una selección de los mejores vinos de España. El restaurante abre sólo para las cenas y es una opción ideal para sentirse rey o reina por un día.
Los horarios de invierno del Gran Casino son de 14’00h a 04’00h y los de verano de 20’00h hasta las 05’h. Se puede acceder con la tarjeta de D (día) que tan sólo cuesta 3€ pero ojo con el “dress code”: no está permitido entrar con bañador, chándal, chanclas ni camiseta de tirantes en el caso de los caballeros.
Recuerda que como en todos los casinos, se te exigirá exhibir el DNI y ser mayor de edad.
EL CENTRO BOTÍN
Prepárate para un gran salto, pues del clasicismo nos vamos a la más puntera de las vanguardias. Realmente vale la pena acercarse hasta el Centro Botín, un espacio de arte, música y cultura, ubicado en un enclave privilegiado de Santander: los históricos jardines de Pereda con el mar de fondo.
El edificio se adentra tanto en las aguas que parece navegar sobre el Cantábrico, en un efecto óptico realmente impactante.
Además de ser un referente de modernidad, lo es de cultura, pues sus salas multifunciones acogen relevantes exposiciones durante todo el año, que podrás ver anunciadas en su web (https://www.centrobotin.org)
El edificio es obra del italiano Renzo Piano que fue galardonado con el premio Prizker. El centro Botín fue ideado como dos volúmenes independientes que se unen por una estructura con espacios y pasarelas. Te recomiendo subas hasta la azotea dónde las vistas a la bahía de Santander son bellísimas.
Si no tienes tiempo para entrar, al menos acércate para admirar desde el exterior esta increíble obra de arquitectura, que con la bahía de Santander como fondo, se convierte en un punto foto imprescindible. El edificio no está exento de polémica. Es odiado o amado por los santanderinos con igual intensidad. A mi particularmente me ha encantado.
El Restaurante “El Muelle” situado en la planta baja del Centro Botín es un espacio gastronómico de referencia, ideal para comer o al menos tomarte unas tapas. Sus desayunos y meriendas con pan y repostería artesanal son dignos de mención (la carta del Muelle ha sido diseñada por Jesús Sánchez, chef del Cenador de Amos en Villaverde de Pontones, que ostenta dos rutilantes estrellas Michelin).
LOS JARDINES DE PEREDA
Los Jardines de Pereda han florecido como en una nueva primavera con la construcción del centro Botín.
Estos jardines estaban situados sobre unos terrenos ganados al mar, que en un inicio fueron muelles, allá por un lejano 1805. Oficialmente convertidos en jardines a principios del siglo XX, se transformaron en centro de encuentro, solaz y recreo de Santander. Sus magnolios, palmeras, acebos y castaños de indias, manzanos en flor y tejos lo convirtieron en un edén ideal para paseos románticos o familiares.
Hoy, los jardines están divididos en tres zonas dedicadas al arte, la cultura y la creatividad.
La zona central está consagrada al arte y allí se encuentra el monumento al escritor que da nombre a los jardines: José Mª Pereda, novelista costumbrista del siglo XIX, autor de célebres novelas como Peñas Arriba o Sotileza. Los cántabros se sienten muy orgullosos de su escritor quien reflejó como nadie, utilizando un lenguaje llano, repleto de giros locales, las formas de vida del pueblo montañés cántabro.
La zona de la creatividad está ubicada en el oeste donde te encontraras también con una cafetería, el estanque y un parque infantil de juegos.
Por último el área de la cultura, ubicada en el este, acoge un kiosko o templete de música y se prolonga hasta la conocida fuente de los Meones, donde las figuras de dos niños vierten agua de unas jarras; es curioso porque dependiendo del ángulo desde dónde mires a los niños, te puede parecer que en lugar de escanciar agua, la están orinando; anécdota que por cierto, da origen al mote.
El Paseo de Pereda es la ruta preferida de los paseadores oficiales de Santander pues resulta encantador andar escoltado por el mar a un lado, y al otro por señoriales edificios de los siglos XVIII y XIX con sus sempiternos miradores con vistas al mar.
GRÚA DE PIEDRA
Popularmente llamada “la Machina”, la grúa de piedra de treinta toneladas y 14 metros de altura, luce erguida en el Muelle de la Monja desde 1896.
No es bonita pero es un símbolo de Santander y un homenaje a su larga vida al servicio del estibaje cántabro.
LA PLAZA PORTICADA (o plaza de Velarde)
Muy cerquita de los Jardines de Pereda, se alza una plaza porticada que parece de toda la vida, cuando realmente se levantó tras el devastador incendio de 1941 (incendio popularmente conocido como el andaluz al iniciarse en la calle Cádiz y extinguirse en Sevilla).
Esta plaza porticada se levantó en plena postguerra siendo inaugurada en 1950. De estilo Neo- herreriano los dos edificios que conforman la plaza están adornados con estatuas alegóricas que representan «El Ahorro» y «La Beneficiencia», obras de Agustín Herrán.
Gracias a varios mecenas y prohombres de Santander que crearon el Festival Internacional de Música y Danza de Santander, esta plaza ha sido durante 40 años la plaza mayor de la música en España. En ella han actuado artistas de la talla de Herber Von Karajan o el Maestro Rostropovich y prestigiosas compañías de danza y teatro.
En la actualidad se está valorando una vieja reivindicación de cubrir la plaza para convertirla en centro neurálgico de la ciudad y darle un mayor uso, sin tener que depender de los días soleados.
Durante su última remodelación se ha vuelto a ubicar en ella la estatua de Velarde (héroe del levantamiento del 2 de mayo). Además debido a las excavaciones se han encontrado restos arqueológicos de la antigua muralla medieval de Santander, así como búnkeres y refugios antiaéreos de la Guerra Civil Española.
CATEDRAL DE SANTANDER
En el siglo VIII recalan en Santander las reliquias de dos venerados santos: San Emeterio (responsable del nombre de Santander) y San Celedonio. Estas reliquias se depositan en un sencillo santuario superpuesto sobre unas termas romanas. Este lugar se convertiría unos años más tarde, en los cimientos de la catedral.
Cuando visites la catedral descubrirás una oferta 2×1 pues resulta que hay dos sustratos o lo que es lo mismo, dos iglesias superpuestas una sobre otra.
La subterránea es la iglesia del Cristo, más conocida como la cripta de la catedral de Santander. Sus techos abovedados de baja altura invitan al recogimiento y a la oración. En ella podrás visitar los cráneos de los citados santos.
La parte superior, es la conocida como Catedral-Básilica de Santander, dedicada a la advocación de la Virgen de la Asunción. Ambas son de estilo gótico de distintos tramos del medievo.
El incendio de 1941, arrasó el interior de la catedral superior quemando los retablos y obras pictóricas que decoraban sus paredes, por lo que los actuales son de nueva factura o regalos de otras iglesias.
Subir a lo alto del campanario de la catedral de Santander vale la pena, sobre todo porque su ascensor te evita un ascenso incómodo. Desde ahí, las vistas de Santander son espectaculares.
EL MERCADO DE LA ESPERANZA
Situado a espaldas del Ayuntamiento de Santander nos encontramos con el Mercado de la Esperanza, el mercado de abastos más grande de Cantabria. Quizás hayan bloggers que no lo incluyan en su recorrido pero para mi es un MUST de Santander.
Construido en los primeros años del siglo XX, sigue la estética de los mercados europeo modernistas, donde la piedra, el vidrio y el hierro son los grandes protagonistas (claro está, después del pescado fresco, que es la gran estrella de este mercado).
El Mercado de la Esperanza cuenta con dos plantas y unos 80 puestos en funcionamiento. En la planta baja el pescado, en la planta alta: la carne, fruta y verdura.
Si vas muy corto de tiempo, te recomiendo te centres en la planta baja. En una ciudad de alma marinera como Santander, el pescado fresco y el marisco destacan sobre el resto de productos y no sólo por su calidad sino por la forma en que son presentados.
Los puestos me parecen un Tiffanys de la 5ª Avenida en versión gastronómica. Almejas, percebes, vieiras, langostas y langostinos lucen frescos, relucientes, alineados como joyas a la espera de ser adquiridas por gourmets de delicados paladares que sepan apreciar su intenso sabor a mar y sus tersas texturas.
El suelo está impoluto. Huele a brisa marina y a olas de mar. Todo el producto es tan fresco, que hasta se te encoje el corazón al ver los intentos frustrados de las gambas, langostinos o langostas por escapar de sus lechos de hielo.
Los vendedores animan a los clientes a comprar, incluso una simpática vendedora nos toca la pandereta y nos anima la mañana con una canción de la tierra.
Si tienes suerte, quizás coincidas con una de las “aulas saludables” dirigidas por el prestigioso cocinero Floren Bueyes, quién ha puesto un “corner” en el mercado donde cocina en vivo mientras comparte los beneficios de comer pescado. No puedo describir la sensación en boca de una tapa confeccionada con hígados de rape a la plancha.
Creo que el Mercado de la Esperanza es una experiencia de Santander que nadie se debería perder.
- Horario al público: Lunes a viernes: 8:00 a 14:00 y 17:00 a 19:30h/ Sábados: 8:00 a 14:00
Como recorrer Santander
Santander la puedes recorrer a tu aire o con visitas guiadas (privadas o para grupos) que puedes encontrar en la web de la asociación de guías profesionales de Santander, quienes tienen un amplio abanico de rutas temáticas.
Aunque otra manera interesante, rápida y cómoda de conocer Santander es subirte a su bus turístico, que te permite recorrer la ciudad subiendo y bajando a tu antojo en cualquier de las diez paradas que integra el circuito y que es un resumen de los enclaves más emblemáticos de la ciudad.
Además, a través de la audio-guía puedes ir escuchando las explicaciones de los lugares y los monumentos que salen al paso. Los tours se encadenan desde las 10’30h a las 18’00h. Las audio-guías se escuchan en 4 idiomas y su precio es de 15€
Puedes ver el mapa del recorrido en este link.
DORMIR, COMER Y TOMAR UNA COPA EN SANTANDER
Todo el norte de España tiene fama de buena mesa y cocina. Santander no es una excepción. En Santander no se come bien; se come muy bien.
Las rabas (ojo nunca digas calamares sino quieres que se enfaden) son un ritual el fin de semana como también lo son sus anchoas de Santoña o unos quesos de la tierra. Tampoco deberías hacer ascos a un cocido montañés o la marmita de bonito.
Nosotros tomamos un primer vino con tapas en la Bodega La Cigaleña, una taberna clásica con mucho encanto que apuesta por la cocina de mercado.
Luego terminamos cenando en la Bodega Montaña, un templo gastronómico a caballo entre dos mundos: la Cantabria montañera del Valle de Liebana y la Cantabria marinera de Santander.
La lista de bares y restaurantes donde comer bien es interminable en Santander y aunque no me ha dado tiempo a probar más restaurantes, he preguntado insistentemente a mis anfitriones locales hasta que me han confesado sus preferencias: «El Riojano», «La Cátedra», «Casa Lita» o «Cañadío» entre otros.
Little Bobby Speakeasy es una de las mejores alternativas para acabar la noche santanderina. Se trata de uno de los locales de moda dónde preparan los mejores cocteles de la ciudad.
Su decoración está inspirada en la América de los años 20 cuando reinaba la Ley seca. Tengo que confesar que no soy muy amante de los cocteles y que estos me parecieron Premium (quizás por estar hechos por marcas del mismo nivel) y una gran maestría de los “bar-tenders” que son un espectáculo de ver trabajar.
La buena música, la conversación y los combinados hicieron volar las horas hasta bien entrada la noche.
Rendidos por y a los pies de Santander nos retiramos a dormir. Creo que han sido las 24 horas más intensas de mi vida.
Así que llegamos rendidos. Menos mal que tuvimos el lujo de pernoctar en uno de los grandes clásicos de Santander: el hotel Santemar.
A orillas del Sardinero, el hotel Santemar es un ejemplo de elegancia y confort. No se me ocurre una mejor manera de terminar mi estancia en Santander, que en este hotel con tanta solera.
Sólo me resta decir que visitar Santander en 24 horas es posible, aunque por supuesto, la ciudad y sus alrededores tienen recursos suficientes para ampliar tu estancia en ella.
AGRADECIMIENTOS
Pedazo de artículo que has escrito Cristina y lo bien que lo pasamos por Santander.
Besos